Testimonio de Superacion del TOC de Romina Vitale

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Testimonio de Superacion del TOC de Romina Vitale

  • Leo Vitali
    SuperAdmin
      Registrado el: 24 agosto 2012
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      Hoy he leido un testimonio muy interesante, de una famosa artista musical de origen Paraguayo llamada Romina Vitale.

      La fuente original: http://www.entremujeres.com/vida-sana/psicologia/trastorno_obsesivo_compulsivo-sintomas-miedo-terror-panico-ansiedad-trampa-nina-estrella-historia-TOC_0_805719493.html

      Entremujeres ha sido adquirida por Clarín, con lo cual ahora la fuente original es: https://www.clarin.com/entremujeres/vida-sana/psicologia/trastorno_obsesivo_compulsivo-sintomas-miedo-terror-panico-ansiedad-trampa-nina-estrella-historia-TOC_0_r1_jAhKPQe.html

      Habla de temas muy interesantes como:
      1. Sus inicios, su desarrollo
      2. El repudio de la gente por desconocimiento (en este caso achacandole su personalidad egoista al TOC en vez de considerar el TOC como un trastorno independiente)
      3. El inicio del tratamiento (Exposición y Prevención de Respuesta)
      4. Hace comentarios sobre uno de los principios básicos: “Hacer una amistad con la inseguridad

      Aunque no llego a superar el trastorno definitivamente, muestra un ejemplo de recuperación bastante amplia. Tampoco comenta el como superar el trastorno obsesivo compulsivo, pero si da buenos indicaciones sobre el camino.

      Romina Vitale wrote:
      Una niña estrella. Eso soy. Eso fui. Una niña que se enciende y se apaga. Y deslumbra. Así me bautizó la historia cuando tenía sólo cuatro años y me subieron a un escenario en Paraguay, lleno de músicos adultos y sonidos rimbombantes. Entonces canté y bailé, y dormí pequeñas siestas entre un boliche y otro, para ser sacudida y nuevamente puesta de pie, para seguir cantando y bailando. La niña estrella, con su pelo largo y su pollerita tableada. “Pero si a vos te encantaba el escenario! Siempre fuiste muy histriónica”.

      Los autógrafos, la televisión y la radio, los regalos y los deseos ajenos de hacerme perfecta, nutrieron mi boca abierta y voraz de instrucciones y entonces fui esa nena narcisista, caprichosa y desenfadada, exigida y sobre-estimulada, indiferenciada y excitada, que ya casi no recuerdo.

      Mi nombre es Ro Vitale, soy música. Edité dos discos, uno en el 2002 y otro en el 2008. Con orgullo y emoción, en 2009 recibí el Premio Gardel y el Premio Clarín por mi segundo disco “Étnica”. Soy cantante, compositora, arregladora y productora. Nunca pude vivir de mi profesión. Todavía la llamo a mamá para que me lleve a comer porque muchas veces no tengo plata para comprarme la comida, o porque simplemente no puedo cocinar.

      La gente cree que soy una mujer muy potente. Potente y sexy. También cree que soy hermosa y brillante. Yo no miento, aún así, la gente cree.

      Hace poco más de tres años, una serie de ataques hipocondríacos y algunos episodios similares a ataques de pánico me tuvieron tirada en la cama por casi tres meses. En medio del pánico, la angustia y cierta sensación de desesperanza, me enteré de que había ganado el Premio Gardel. Un tiempo después, me fui del festejo de la ceremonia por los Premios Clarín, con mi estatuilla bajo el brazo, porque una preocupación hipocondríaca cuasi-deliroide me expulsó del teatro y me depositó en la cama de mamá, para terminar comiendo una pizza y viendo la transmisión por tevé. Tenía puesto un vestido nuevo y un peinado hermoso, que apenas pude disfrutar. Pero si vieran la entrevista que me hicieron luego de recibir el premio, probablemente creerían lo que cree la gente. Yo no miento, aún así, ustedes creerían.

      Luego de aquellos nefastos tres meses, decidí empezar una psicoterapia. La hipocondría cedió pero, a cambio, se exacerbaron una serie de síntomas que después supe que formaban parte del Trastorno Obsesivo Compulsivo, que ya había dados sus primeros signos tiempo atrás. Casi sin darme cuenta, mientras mi terapeuta y yo intentábamos darle cuerpo a la mujer adulta en la que me debía convertir, un monstruoso volquete de síntomas psico-emocionales se derramaba dentro de mi mente sin dar tregua. Justo ahí donde buscaba desesperadamente encontrar los hilos para construir mi propia identidad y limpiar de bruma el espejo, la locura arrasó con casi todo.

      No sé cómo pasó, ni cuándo. No sé si sucedió en términos de un proceso paulatino, no sé si quedé capturada por la dificultad de lidiar con las cuestiones propias de crecer y aprenderme, o si se trata simplemente de un desajuste químico en el cerebro que vio en mi vulnerabilidad emocional una oportunidad para activarse. Sólo sé que mi modo de ver el mundo se transformó y entonces los lugares y la gente, los olores y las voces, los objetos y hasta lo más amado, casi todo se convirtió en amenaza.

      El terror gobernaba mi vigilia y mi sueño, la calle estaba atestada de riesgos letales y la gente era sinónimo de los peligros más espeluznantes. Dejé de abrazar, de besar, de tocar. Dejé de mirar, de reír, de cobijar y ser cobijada. Abandoné los cafés con amigos, las caminatas y los viajes. Escondida en mi guarida, no podía abrir las ventanas por miedo a que alguien entrara. Deseaba tanto dejar que el sol me roce la cara, pero no podía levantar la vista y abrir la boca para sonreír, por miedo a que alguien desde algún edificio me arrojara un objeto o un líquido contaminante.

      Prácticamente dejé de leer y escribir, porque las intrusiones mentales y los rituales obsesivos me impedían la lectura o evitaban que dibuje unas palabras tras otras y a cambio me indicaban: “No! Esa frase es mala, cambiala por otra, volvé a escribir, releé, cambiá la birome, usá otra hoja, repetí, borrá, poné, sacá, dejá, salí…” porque si no lo hacía, podían pasar cosas terribles en el futuro. A tal punto que mi escritura se volvía mediocre y rara. Y el agotamiento era devastador.

      Una pequeña red de sostén, conformada por gente muy selecta, me ayudaba a seguir haciendo mínimas cosas en lo cotidiano. Así, me llevaban a trabajar, limpiaban con desinfectante las sillas en las que, de otro modo, no me habría querido sentar, me proveían de las curitas, frascos de alcohol en gel y aerosoles antibacteriales que yo demandaba desesperadamente y colaboraban para ocultar, lo mejor posible, ante mis alumnos y la gente en general, la espectacularidad de este trastorno tan complejo y doloroso. Con ellos como aliados (y a veces cómplices) hice la mímica de una persona normal, amordazando el pánico una y mil veces.

      Las noches se habían viciado de pensamientos obsesivos. Estas intrusiones, involuntarias, se repetían compulsivamente en mi mente hasta desbordarme. Lloraba retorcida de impotencia en la cama, asediada por una incalculable lista de pensamientos, las más de las veces de contenido trágico, catastrófico, e inadmisible para mi sistema de valores. La culpa y el miedo se llevaban puesta mi frágil emocionalidad, y terminaba exhausta, deshecha, agotada de repetir acciones en el intento de desmantelar el poder que yo delirantemente le confería a estos pensamientos.

      Y entonces, a veces, también dejé de dormir. La cama podía volverse un lugar muy sucio y yo, luchando entre el sentido común y la locura, quedar inmóvil, desnuda y llorando, parada en mi habitación hasta que el sol saliera. Todavía hoy, a veces mi cuarto se vuelve un campo minado de objetos tirados que no pueden contactar entre sí. Camino en puntas de pie para no tocarlos, voy y vengo del lavabo, en el que me froto las manos con jabón antibacterial, a la mesita de luz para echarme chorros de alcohol en los pies y las manos, llenando luego la ropa de algún otro producto para quizás acabar desvistiéndome nuevamente porque alguna prenda entró accidentalmente en contacto con alguna otra que estaba “contaminada”.

      El T.O.C. se apoderó de mi cuerpo y aplastó mis deseos. La palabra bienestar fue a parar al prólogo de una fábula ilegible, y entonces también, dejé de comer. La fantasía de peligro se extendió a mi casa y mis objetos. La cocina encerraba misteriosas amenazas supersticiosas, y además estaba muy sucia. Los pocos intentos de cocinar, se veían frustrados: luego de llenar y vaciar una olla con agua múltiples veces, la hornalla me asustaba, el vaso no era bueno, la cuchara se asociaba a algún pensamiento feo y, por supuesto, lo único que podía hacer era discontinuar el intento de comer y buscar un poco de tranquilidad quedándome quieta.

      Alguna gente muy querida no lo entendió. Pensaban que se trataba de una exacerbación circunstancial de mis “caprichos” y de aquella vieja costumbre de querer llamar la atención y recibirla.

      Yo creo que fue el despliegue más espectacular de la terrible niña estrella, o de sus dos elementos en ebullición: la niña, vulnerable y desprovista de recursos, dificultada de confiar en su propio registro y la estrella, como aquello que nunca se alcanza porque queda inconmensurablemente lejos, porque vive en el intento de satisfacer los deseos ambiguos de otros, porque existe en tanto es sólo frustración. Es no haber podido con tanto y con tan poco, es no saber qué hacer con la belleza de lo ordinario, es no saber cómo hacer para ser simplemente quien soy. Es haber quedado capturada en el territorio de la demanda, de la indiscriminación y la dificultad para confiar en mi propio termostato.

      Paradójicamente, el único remanso a través del cual me pude procurar la vitalidad necesaria para continuar integrada y entusiasmada con la posibilidad de estar mejor, fue la música. Nunca me sentí más apropiada de mi vocación como en ese tiempo de reclusión. Compuse canciones nuevas, me nutrí de nuevos sonidos, me asocié con mi creatividad y me abracé al marco de ese espejo que me devolvió los rasgos casi exactos de mi cara: algo de mi identidad asomaba y en el reconocimiento de su forma encontré la voluntad para no sucumbir ante la angustia y la ansiedad.

      Hace casi 10 meses comencé un tratamiento cognitivo-conductual con el Lic. Fernando García, miembro de la Fundación Aiglé (especialista en este tipo de trastornos). Recuerdo llegar a las primeras sesiones con la ropa mojada, temblando de frío, desconfiando de las sillas y la gente y –por supuesto- acompañada de mi papá.

      A través de una serie de técnicas, Fernando me ayudó a comprender que las intrusiones son involuntarias y que las compulsiones se pueden moderar y limitar muchísimo. Aprendí, a través de ejercicios de exposición, a desestimar poco a poco los pensamientos obsesivos y a calmar las emociones que me compelían a repetir rituales obsesivos hasta el agotamiento. Recuperé confianza en mi criterio y mi registro, volví a poner mis piecitos en esa tierra de nadie llamada calle; despacito volví a abrazar, volví a sonreír y entendí (con mucha dificultad) que para estar vivo hace falta amigarse con la certeza de la incertidumbre. Aún me acompañan algunos miedos y los mecanismos del T.O.C. siguen allí, más pequeños y menos incapacitantes. Quizás siempre me acompañen en alguna medida. Igual que la niña estrella.

      Aún me siento como un bebé que aprende a caminar. Casi todo es sorpresa y novedad, ponerme a prueba y emocionarme ante la maravillosa experiencia de sentir la dinámica imperfección de ser humana.

      Todavía uso un vaso descartable de telgopor para tomar mi café, tengo mi botellita de alcohol en gel a mano y me preocupo en exceso por cosas sin importancia. Pero ahora la botellita de alcohol en gel me acompaña al bar en el que me encuentro con amigos, charlo con gente y hasta – de cuando en cuando – disfruto de un café con leche en soledad. Porque el mundo asusta, pero también puede ser hermoso.

      El T.O.C. es un trastorno que afecta a muchísimas personas en el mundo. Mucha gente ni siquiera ha sido diagnosticada. Los síntomas, a veces, son confundidos con “actitudes caprichosas”, “manías”, “comportamientos graciosos” y quienes lo padecen son erróneamente tildados de “manipuladores”, “raros”, “excéntricos” e “irracionales”.

      La desinformación no ha hecho otra cosa que desestimar el nivel de padecimiento que acarrea esta enfermedad, responsabilizando a los pacientes de sus intrusiones, como si formaran parte de su personalidad.

      El T.O.C. arrasa con la voluntad y el deseo, reduciendo al mínimo la expresión vital de nuestra emocionalidad; se lleva puesta la capacidad de compartir y de crecer, restringe y recorta, inmoviliza y amordaza y en la repetición desespera. En su despliegue, el pánico repliega y recluye y las intrusiones carcomen el bienestar instalando el desasosiego como única opción. Pero se puede mejorar. Existen profesionales especialistas que, como Fernando, conocen las técnicas psicoterapéuticas adecuadas para ayudarnos.

      Es posible combatir el T.O.C. y mejorar nuestra calidad de vida. Yo lo transité y recuperé la confianza y la alegría de saberme en potestad de mis recursos más hermosos.

      Y todas esas canciones que se escribieron en la más sofocante de mis soledades, hoy salen brillantes de mi casa y de mi boca, se vienen conmigo al escenario de la vida real y con ellas me abrazo a mi público, piso el escenario, siento el roce de la piel de los músicos con los que las comparto, toco, miro, juego, transpiro, huelo, siento.

      No es sin miedo, no. Pero claro que vale la pena. El mundo da miedo porque implica tomar decisiones, eso lo sabemos todos. Pero, vaya que vale la pena.

      Sí, ya sé. Todavía tipeo y borro algunas cosas mientras escribo este artículo. Lo fascinante es que hoy, a diferencia de ayer, lo puedo escribir. Y compartir con todos ustedes. Soltarlo y ver qué sigue, ya en manos de otros.

      Es un error capital lanzar teorías antes de poseer datos. Por naturaleza uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar encajar las teorías con los hechos. Sir Arthur Conan Doyle

      Leo Vitali
      SuperAdmin
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        Me sorprende que este sea el articulo mas leido del foro :)

        Tampoco da muchos detalles sobre como seguir avanzando en la Terapia

        Es un error capital lanzar teorías antes de poseer datos. Por naturaleza uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar encajar las teorías con los hechos. Sir Arthur Conan Doyle

        JimmyShibaru
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          buen articulo !  :)

          Newgirl
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            Muy bueno, gracias por compartirlo!!!  ;)

            llanero_solitario
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              creo que es el mas visto porque buscamos esperanza y el hecho de que alguien lo haya conseguido vencer, o “casi”, nos da un poco mas de fuerza para seguir luchando.

              saltacequias
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                Donde os puedo contar mi testimonio? yo quiero ayudar , he notado mucho mi progreso y os lo quiero comentar

                Carumen
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                  Me da esperanza en este momento tan difícil.

                  ximenakl
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                    Bueno el testimonio de superación es muy motivante y de gran ayuda

                    juan jose romero
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                      hola, estoy investigando sobre el toc, mi hijita de solo 12 años lo padece, pensamos que se trataban de caprichos y manias o que queria llamar la atencion o celos por la hermana mayor y asi dejamos pasar el tiempo hasta que hoy pobrecita se ve que esta sufriendo mucho, estamos desbordados y no sabemos que hacer, necesitamos ayuda.

                      Leo Vitali
                      SuperAdmin
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                        Respuestas: 4050

                        hola, estoy investigando sobre el toc, mi hijita de solo 12 años lo padece, pensamos que se trataban de caprichos y manias o que queria llamar la atencion o celos por la hermana mayor y asi dejamos pasar el tiempo hasta que hoy pobrecita se ve que esta sufriendo mucho, estamos desbordados y no sabemos que hacer, necesitamos ayuda.

                        Juan Jose, te recomiendo que escribas el caso con mas detalles aqui
                        http://www.forotoc.com/famia-amigos-y-cuidadores/

                        Es un error capital lanzar teorías antes de poseer datos. Por naturaleza uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar encajar las teorías con los hechos. Sir Arthur Conan Doyle

                        GEORGEFREAK
                        Participante
                          Registrado el: 10 marzo 2016
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                          Romina Vitale NO es Paraguaya, es Argentina…su padre que tambièn es mùsico tenìa una banda en la década del 70 llamada Los Bárbaros y tocaron muy seguido en el Paraguay y Romina siendo muy pequeña cantaba con ellos, tal vez de allí es la confusión

                          Daybar
                          Participante
                            Registrado el: 11 junio 2017
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                            Muchas gracias por el artículo,el ver como gente de todo tipo lo padece y no es tabú ayuda!gente famosa, trabajadora..todos podemos padecerla y por supuesto salir de ella

                            natalia.cuzzilla
                            Participante
                              Registrado el: 20 febrero 2019
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                              Al fin veo donde escribír..me costó mucho…genial los temas pero no manejo esto del foro..y se ponen a hablar entre ustedes?..no entiendo  cómo mandar mensajes

                              natalia.cuzzilla
                              Participante
                                Registrado el: 20 febrero 2019
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                                Alguein de Argentina/buenos Aires?

                                laura125
                                Participante
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                                  Alguein de Argentina/buenos Aires?

                                  HOLA! De Argentina!

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